Publicado en octubre 22nd, 2018 | por Jesús Armas
Notas de un egresado: El primer trabajo
Cuatro años de preparación académica, alrededor de 8 mil horas de estudio, ocio, y pensamientos fatalistas, te llevan a un punto en concreto: la realidad. No hay un tiempo mejor aprovechado que el que proclamamos como perdido una vez terminamos un ciclo. No hay criterios que nos guíen fuera de la senda de la inmadurez y la impulsividad, y en especial, no hay puertas que se abran con la mera mención de un título.
Las oportunidades parecen esas pequeñas maravillas que sólo se posan en la corona del afortunado, de ese al que diario le inventamos una vida “perfecta y llena de facilidades”. Nosotros, los egresados, esos individuos que se forman en la “normalidad”, nos escudamos en la tragedia de los tiempos modernos, en el victimismo, de ese que no se decide si en el antes o el después nos habría sonreído la dicha.
Todos son cómplices del infortunio diario: un profesor “no capacitado”, un salón de clases disfuncional, un plan de estudios deficiente, y con poco contenido —Sí, de ese contenido que ni le encontramos forma, pero está mal—, y cómo no, el sexenio que nos tocó vivir, ese que es siempre peor que el anterior. Todos, factores que nos repetimos como mantra, y que quisiéramos añadir al currículo como “notas a considerar”.
No es hasta que nos surge esa posibilidad de ejercer, que nos cuestionamos, que nos vemos con otros ojos. Cuando nuestras capacidades se ven cortas ante la demanda diaria de un mercado en constante cambio, cuando nuestro ego se arrastra ante la imposibilidad de la experiencia, cuando entendemos que la culpa empieza en uno mismo: horas sin aprovechar, herramientas a las que rehuíamos por no interesarnos, y ese estigma de autodidacta.
Es en el día a día de un trabajo, que entendemos el peso de nuestras decisiones. Cuando nuestros límites nos ponen en jaque al confrontarnos con un cliente, un compañero de trabajo, o nuestro propio jefe. Cuando esa verdad que nos quema la lengua, se diluye en silencio ante el poder de opiniones más fuertes. Nos sentimos pequeños en un mundo donde todo se ve hacia arriba.
Entre un mal sueldo, una guerra de opiniones y un sinfín de malos momentos, nos enfrentamos al primer trabajo. Uno que no debería llevarse sólo malas palabras. Uno que con todo lo aprendido, no nos haga repetir nuestra “trágica” oda estudiantil.