Notas de un Egresado: Las Relaciones
Cuando la mente se satura de deudas, indecisión, sueños truncos e incertidumbre, lo que menos se cruza en el umbral de las ideas, es la forma de una relación. Esa tan ligada al caótico palpitar del pecho y las náuseas nerviosas.
La oímos mencionar a diario: problemas por aquí y por allá ligados a alguna escena de celos, disculpas tan honestas como el contenido nutricional del cereal, y sonrisas que le quitan a uno las ganas de adivinar los motivos. Pero aún con todo, y por más que quiera cuestionarse, el amor de pareja se aviva como fragua, dándole formas de sueños. Ilusiones de infantes tirados hacia el frente.
Es ahí cuando a uno se le revuelven las tripas, y empieza a golpetear al ritmo de otro. Ingenuo y gallardo. Creyendo que en las piernas del extraño puede recargar sus malos ratos y volverlos mariposas. Sintiendo cómo el cuerpo es pluma y los soplos, voces. Voces de rojo, abrigadas por labios terciopelo. Dulces sensaciones que hacen que a uno le quede justa la piel; viva para rozarse con esa que le susurra eternidad.
Todo es como sueño, mientras de a poco se olvida que antes de ser dos era uno: él mismo. Que hablaba y no era para llamarla, que soñaba y no era para sentirla, que vivía y no era morirle. Es ahí que vuelve a ver con sus ojos y recuerda. Recuerda que al ser hombre, no se le puede acabar la vida con los pies quietos. Empieza a usar su tiempo para saberse. Para avanzar. Y así lento, mientras va errándole a la vida, empieza a amarse y se dice: “la pareja no es la que ciega, sino la que ve contigo”