Publicado en enero 15th, 2019 | por Rodrigo Pérez Téllez
Tres crisis sociales: Desabasto de combustible, “Fake news” y Redes de periodismo de verificación de hechos
Las noticias falsas, “fake news” o como prefiero llamarlo de una manera más amplia, productos virtuales desinformativos (PVD), ya no sólo se están generando y propagando –al menos en México- durante periodos electorales con la intención de influir en el electorado a través del desprestigio o el enaltecimiento de un determinado actor político, organización o movimiento social.
El fenómeno de la desinformación –que no es exclusivo de este siglo, sino que data desde el Imperio Romano- se ha hecho presente nuevamente en las redes sociodigitales en estos últimos días con la crisis del desabasto de combustible que se ha vivido en varias entidades del centro-bajío de país, que en parte responde a una excesiva producción de información no verificada en estas plataformas virtuales, pero también a la falta de credibilidad de los usuarios de las RSD hacia los propios medios de comunicación, calificándolos como “limitados” o “mentirosos” por no poder actualizar la información en tiempo real del estado de suministro de las propias gasolineras y estaciones de servicio en las principales ciudades que atestiguaron este fenómeno que causó “histeria colectiva” por varios días.
Por ejemplo, en Querétaro, comenzó a correr el rumor a través de Facebook del cierre de su Aeropuerto Internacional por la falta de combustible; en la Ciudad de México se propagó a través de la aplicación de mensajería instantánea, Whatsapp, una lista de gasolineras con desabasto, sin embargo, esta después fue desmentida por dependencias gubernamentales de la propia ciudad, a su vez, en Facebook, se propagaron productos virtuales desinformativos sobre la interrupción del servicio de transporte público del Metrobús, así como de la propia Cruz Roja Mexicana y un escuadrón de rescate de la policía capitalina.
En el caso de Aguascalientes, la sobreinformación fluyó principalmente a través de Facebook, grupos de Whatsapp y Google Maps, en donde los ciudadanos eran quienes principalmente alimentaban y desmentían los rumores de aperturas y cierres de gasolineras, pero también, en cómo las propias estaciones de servicio establecían reglas para el abastecimiento del combustible.
Si bien varios medios de comunicación de circulación nacional como el Financiero, El Economista, Sopitas, Reporte Indigo, Plumas Atómicas, El Universal, por mencionar algunos, se dieron a la tarea de informar tanto en sus portales digitales como en sus propias redes sociodigitales sobre estos PVD –que si bien fueron verificados y desmentidos por propias dependencias gubernamentales-, se visibiliza cada vez más la necesidad de que se organice, financie y opere de manera permanente una red de periodismo colaborativo de verificación de hechos no sólo a nivel nacional, sino también en lo local, pues como vimos anteriormente, el comportamiento de creación y propagación de las “fake news” no sólo conciernen a temas político-electorales, sino que también ya estas se han extendido a otros temas de las propias agendas públicas nacionales y locales.
Es por eso que en este espacio reflexiono sobre la importancia de que no sólo los medios de comunicación de circulación nacional se den a la tarea de ofrecer información verificada a los usuarios de la Web 2.0 sobre los productos virtuales desinformativos en torno sucesos de crisis e histeria colectiva como el que acabamos de vivir, sino también de que estos y los propios medios locales apuesten por establecer permanentemente una red de periodismo colaborativo tanto nacional, regional y local que hagan frente a las “fake news” a través de una sola metodología de verificación de hechos, como lo hizo “Verificado 2018” durante la elección presidencial.
Sin embargo, el principal obstáculo de estas redes de periodismo colaborativo locales, regionales y nacionales sería no sólo buscar nuevamente la credibilidad, legitimidad y veracidad en la información que ofrecen en situaciones de crisis social, sino cómo financiarían de manera permanente estas propias redes, pues inevitablemente, la desinformación y la sobreinformación es el “pan de cada día” ante un entorno tecnológico-virtual que hace posible a cualquier persona convertirse en protagonista de un hecho y ofrecer información inmediata sin la necesidad de contar con un medio que se rija bajo criterios periodísticos rigurosos.