Publicado en febrero 26th, 2019 | por Jesús Armas
Notas de un Egresado: Los Clientes
Uno creería que el encontrar trabajo, o adaptarse a una estructura rígida de empresa, sería lo más complicado en el azar de la independencia estudiantil. Poco sabíamos que apenas y nos estaban probando, que ese espectro innombrable que haría vela en nuestros sueños, no sería otro que un cliente. Esa forma humanoide que confundiríamos con cualquier otro, hasta con nuestro reflejo, pero que dentro llevaba los mismísimos trazos de los círculos más saturados del infierno.
Un cliente a primeras, es esa felicidad de ingreso, de oportunidad. Un respiro a esa incertidumbre de si el trabajo es superior a ti. Y sonríes; escuchas el mar de peticiones para sus necesidades, sin desánimo, entusiasta incluso, del gran trabajo que esperas entregar. Después de horas, unas cuantas más de las previstas, está hecho. Un trabajo que haría sentir orgulloso a tus 4 años de carrera.
Ves impaciente al cliente, con un brillo que espera la mayor de las felicitaciones, y escuchas lo peor, esas palabras que cuando se juntan parecen invocar a toda entidad del mal: “está bien, pero…”.
Estás perdido. Te encuentras en el bucle de los cambios. Unos a veces muy simples y otros que te hacen olvidar cómo lucia tu trabajo originalmente. Es el fin. Te resignas a obedecer, ya sin importarte que está bien o mal; das guardar, después de ese último cambio. Piensas para tus adentros que los clientes no tienen ni idea ni nada, y regresas a casa. Sólo para ver que tienes un mensaje de tu jefe pidiendo “que hagas otro cambio, porque no le terminó de convencer luego de mostrárselo a su hijo adolescente”.
Sí, es un asco, pero es tu vida.