Publicado en octubre 5th, 2020 | por Fernanda Bahena
Mexicanas en el Arte: Flor Garduño
Flor Garduño, es una fotógrafa oriunda que plasmó la esencia más surrealista de México en imágenes a blanco y negro.
Nacida en Ciudad de México el 21 de marzo de 1957, Flor creció junto a su familia en una granja a las afueras de la ciudad, y fue ahí donde estableció un vínculo de contemplación hacia la naturaleza que más tarde se volvería un elemento importante en la manera en que retrataba su realidad.
Ingresó a estudiar artes visuales en la Academia de San Carlos donde conoció a la importante fotógrafa húngara Kati Horna, de quien aprendió en su taller de fotografía. Tiempo después, Flor abandonó la carrera cuando el maestro Manuel Álvarez Bravo la invitó a colaborar con él en su taller. La influencia de esa tradición de “fotógrafos poetas” sin duda fue notable, contribuyendo de esta manera a la formación de una de las fotógrafas que han logrado retratar a un México lleno de misticismo a través de su mirada surrealista.
Entre 1981 y 1982 trabajó para la Secretaría de Educación Pública, formando parte de un equipo que encabezaba Manuel Álvarez Bravo y Mariana Yampolsky. Este equipo recorría gran parte de México, específicamente comunidades rurales alejadas con el fin de obtener imágenes para ilustrar los libros de texto en lenguas indígenas.
Fue ahí cuando Flor descubrió el amor que le había nacido por la fotografía documental, los rostros y la piel de los mexicanos que viven dentro de la cultura mexicana.
En 1985 con el apoyo de Francisco Toledo, logró publicar su primer libro fotográfico, que posteriormente le abriría las puertas para seguir publicando y realizar exposiciones en diferentes partes del mundo. Witness of Time es probablemente su compilación más exitosa, pues tuvo traducciones a cinco idiomas y le permitió realizar una gira internacional en más de 40 países de América y Europa.
Las imágenes de Flor reflejan una forma del arte que podemos encontrar en la naturaleza del espacio y el tiempo en que nos encontramos, como si nuestra propia existencia se tratara de un ritual. Su trabajo, captura la esencia de la cultura del país y al mismo tiempo explora su propia persona interior para fusionar esos dos elementos en un trabajo que sin duda, marcó a la fotografía contemporánea de México, pues compartía a través de su lente una mirada que le daba poder a las cosas que no todos eran capaces de apreciar.