Cinefilia

Publicado en diciembre 1st, 2020 | por Selene Porras

Cine y Libertad. Cero en Conducta

Muchos de nosotros nos llevamos un chanclazo por portarnos mal en la escuela. Algunos más que otros, algunos sacaban su cero en conducta, como los protagonistas de la película que os quiero compartir hoy. Zéro de conduite (en español: Cero en conducta) es una película autobiográfica del francés Jean Vigo. Estrenada por primera vez el 7 de abril de 1933, desde entonces, estuvo prohibida en Francia hasta el 15 de febrero de 1946.

Tras la muerte de su padre, un anarquista español asesinado en la cárcel, el pequeño Jean Vigo, estuvo internado por cuatro años en un colegio de Nîmes. La severidad tradicional del sistema escolar francés dejó una huella imborrable en el alma del joven, de la que nunca pudo liberarse

De esta manera, en la película el director retrata sus recuerdos infantiles a través de la historia de cuatro jóvenes estudiantes franceses que, sujetos a un estricto régimen escolar, deciden rebelarse contra la institución. Por muchos es considerada la obra maestra de Jean Vigo, muerto a los 29 años con tan sólo cuatro películas en su haber.

Los niños de un internado se amotinan durante una noche oponiéndose a la severidad de la institución en la que están encerrados. Un canto a la rebeldía, al anarquismo, a la libertad y una entrañable mirada a la infancia.

Respecto a la trama, se observa una lectura libertaria de la infancia que han dejado escenas memorables, como la pelea de almohadas y el desfile a cámara lenta de los niños, unas imágenes que ocupan ya un lugar destacado en la historia del cine, igual que el último plano, una extraordinaria forma de representar ese amor a la más absoluta y feliz libertad de la niñez, único momento en que somos de verdad libres. Vigo vivió en un internado y eso se nota en la nostalgia con que recrea la vida de estos niños y la virulencia de su experta visión sobre estos centros. La película mezcla un carácter combativo que se combina en la película con ráfagas poéticas.

Además, el director trabaja la imagen de una manera excepcional poesía pura y dura. Sus imágenes son de una tremenda expresividad, llenas de fantasía, ensueño, surrealismo… pero no es sólo belleza lo que nos proporciona, también conocimiento en la planificación de escenas. Destaca el uso de los recursos del cine mudo, están presentes en todo momento, en los gags y en la propia forma de narrar, de tal forma que el director emplea la imagen como recurso tanto puramente estético como instrumento al servicio de lo que está contando y, aunque bien es cierto que en ocasiones se aprecia cierta inexperiencia, se nota el talento que atesoraba, hay que tener también en cuenta que la cinta tuvo un escasísimo presupuesto.

En síntesis, estamos ante un Cine de expresión vigorosa, teñido del dadaísmo y el surrealismo en la vanguardia de la época, incluye un experimento de dibujo animado, resuelve algunas dificultades luminotécnicas en escenas nocturnas, y moviéndoles siempre en lo satírico.

Transgresora, innovadora y satírica.

Una oda a la infancia rebelde.

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