Publicado en febrero 10th, 2021 | por Andrea Márquez
¿Separar el Arte del Artista? Un Tema Polémico
Entre algunas de mis lecturas, recientemente, me topé con una frase que dice así: “Poco o nada tiene qué ver amar el arte con amar al artista”.
Al momento pensé que tenía razón, que una cosa era admirar la obra y otra cosa era admirar al autor. Pero entonces, al meditarlo un poco más caí en la cuenta de que en realidad es muy complicado separar el arte de su creador; ya que desde mi entendimiento, una obra refleja al artista, así como su tejido cultural y personal en la que fue creada.
El arte, además de un instrumento de catarsis, es un medio de comunicación en donde el artista puede plasmar no sólo sus pensamientos, sino también sus creencias, su sentir y de alguna manera sus acciones. Y cuando el arte se convierte en el consumo de miles de personas y genera un impacto alrededor del mundo, puede producir un cambio social en donde, automáticamente, el artista pasa a ser un influyente.
Sin embargo, influyentes pueden existir en todos lados, pero sólo unos pocos merecen ser admirados.
Por ejemplo, a mi mente vino Kevin Spacey, un actor con el que me encontré hace años en la película “American Beauty” (Mendes, 1999) y con el que poco después me reencontré en la serie “House of Cards”. Después de la polémica que se originó por las múltiples acusaciones de agresiones sexuales, me fue complicado continuar mirando su trabajo sabiendo el comportamiento reprobable que lo acompañó alrededor de los años.
Haciendo memoria también vino a mi cabeza el caso de Roman Polanski, el multipremiado director de “Rosemary’s Baby” y “El Pianista”, que fue acusado por abuso sexual, perversión y sodomía a una menor. ¿Y el caso de Woody Allen? El mismo que se encargó de dirigir Annie Hall en el 77, fue acusado de abusar sexualmente de su hijastra en el 92.
Y si bien puedo juzgar al arte en términos diferentes, con base en los criterios técnicos y estéticos, y por otro lado con base en las acciones del artista, es verdad que el problema va más allá. ¿Continúo consumiendo sus libros, música, películas o pinturas sin importar que sean acosadores o violadores? Y si lo hago, ¿estoy apoyando a los crímenes y a la violencia?
Tomar la decisión de continuar consumiendo o no la obra viene a ser una cuestión bastante polémica. Existe la postura que sostiene que no debemos de consumir el arte de este tipo de personas, pues son un reflejo de sus acciones perversas y puede prestarse a la resignificación. Aunque también se encuentra el lado B que dicta que “debemos analizar la obra eliminando el contexto en el que fueron creados y estudiarlas por lo que son”; pero, ¿es posible admirar el arte sin tomar en cuenta las acciones de su creador?
¿Se merecen ser cancelados?
La llamada “Cultura de la Cancelación” es una práctica bastante habitual en los últimos años. Hoy en día, este fenómeno ha generado que se retire el apoyo moral, financiero, digital y social de aquellas figuras públicas consideradas inaceptables, inconvenientes u ofensivas, suponiendo con ello un fin rotundo a su reputación.
En estos casos, hay quienes optan “cancelar” no sólo a la persona, sino también a la obra, vetando por completo la música, las películas o los libros, por ejemplo. Por otro lado, existen personas que, aun sabiendo de los crímenes del artista, continúan consumiendo la obra de la misma manera y defienden su autonomía como algo independiente a su dueño.
No obstante, y para concluir mi entrada, existen muchas preguntas y posturas que giran en torno a este tema. ¿Es posible separar el arte del artista? Y si es así, ¿estoy apoyando a las acciones perversas del autor? Esto es, sin duda, una discusión que debemos tomar a nivel personal y posteriormente a nivel colectivo, ya que no podemos pasar de largo la responsabilidad social que tenemos aquí.
En conclusión, cada quien sabe la respuesta.