Publicado en marzo 23rd, 2021 | por Andrea Márquez
¿Pies de Loto? una Práctica de Sumisión Hacia las Mujeres
Cuando tenía 12 años leí una novela llamada “El abanico de Seda”, de la autora norteamericana Lisa See. La historia se remontaba a una pequeña provincia de China, en donde las mujeres crearon hace siglos un lenguaje secreto para comunicarse libremente: el un shu.
Aisladas en sus casas y sometidas ante la autoridad masculina, el un shu era su única vía de escape. Mediante sus mensajes, algunos escritos y otros bordados en tela, en abanicos y otros objetos, daban testimonio de sus mundos tanto sofisticados como agobiantes.
Dentro de la lectura, recuerdo, hubo en específico un pasaje que más atrapó mi atención: el vedado de pies o los pies de loto. Sin afán de spoilearte el libro, hay algunos capítulos en donde las protagonistas narran esta horrorosa práctica que se llevó a cabo durante mucho tiempo en el siglo XIX.
En aquel entonces, es decir, a mis 12 años de edad, supongo que no alcancé a divisar en su totalidad lo horrible que fue esta costumbre para las mujeres; no obstante, ahora que lo pienso con detenimiento y que me he puesto a investigar más a fondo, el vedado de pies fue, sin duda, un instrumento de opresión machista.
Y aquí te cuento por qué.
Primeramente, la práctica consistía en vendar de manera ajustada los pies de las niñas para prevenir su crecimiento. Realmente había todo ritual alrededor: la época elegida era el invierno, pues los pies se entumecían y era más soportable el dolor. Se necesitaban al menos dos años de continuo vendaje para que los pies consiguieran la forma “ideal”.
Después de una ofrenda a las deidades se procedía a lavar los pies con una infusión de hierbas y a veces con sangre de animal; se cortaban las uñas y se masajeaban los pies por largo tiempo para ablandarlos. Se rompían los dedos, se retorcía cada falange y se procedía a vendar los huesos hasta la punta del pie en forma de puño.
El dolor era insoportable, hasta que pasaba el tiempo y el nervio moría.
Cada tres días se cambiaban las vendas por otras que apretaran más. Con cada capa se tiraba de las ataduras, reduciendo la punta del pie. Las envolturas se cosían a fondo hasta que los huesos se quebraran y los pies dejaran de crecer. El proceso era tan cruel que, en ocasiones, se perdía algún dedo o se pudrían debido a la gangrena.
El 15% no sobrevivía a esta práctica, y las que lo hacían, vivían con secuelas como infecciones, parálisis o atrofia muscular.
¿Por qué fue una práctica de opresión machista?
Los pies tan extremadamente pequeños eran considerados eróticos. Sí, eróticos. En ese entonces ya existían manuales sexuales que enlistaban hasta 48 formas diferentes de jugar con los pies vendados.
Las mujeres debían impedir que alguien las viera sin vendar, ya que los hombres comprendían que la belleza erótica nada tenía que ver con la desagradable realidad física, por lo que se tenía que mantener viva la fantasía.
Detrás de la práctica fetichista existió una práctica de sumisión en donde tampoco podían formar parte de la vida política ni social. Eran dependientes de los hombres y sus familias, convirtiéndose en símbolos de fidelidad y posesión.
Después de romperlas, remendarlas y desfigurarlas, les cedían estatus social y belleza. Las mujeres se convertían en símbolos de castidad y propiedad. Nunca importó el dolor ni que murieran en el intento, sólo la sexualidad del hombre y que éste lo disfrutara.
Absolutamente desagradable.
Y aunque la práctica se prohibió en la segunda década del siglo XX, la costumbre estaba tan arraigada que algunas mujeres continuaron vendando los pies de sus hijas, con el objetivo de conseguirles un buen matrimonio y garantizarles un buen futuro.
“El abanico de Seda”, un libro que no te puedes perder
Lisa See dedicó tres años de su vida en la creación de “El abanico de seda”. En el año 2002, viajó a la provincia de Huan para recoger testimonios de mujeres que solían utilizar el lenguaje del un shu, así como a la última hablante: la nonagenaria Yang Huanyi.
A partir de cada una de sus investigaciones, Lisa concibió la conmovedora historia sobre la amistad entre dos mujeres: Lirio Blanco y Flor de Nieve. Así pues, a lo largo de los años, ambas protagonistas se comunican gracias a este lenguaje secreto, compartiendo sus más íntimos pensamientos y emociones.
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