Publicado en agosto 22nd, 2021 | por Selene Porras
Un día más con Vida, Análisis
¿Cuántos nos hemos acercado a África a través de las letras de Ryszard Kapuściński? No puedo olvidar mi sonrisa aterrizando en Malabo, encarnando el épico inicio de su novela Ebano, “Lo primero que llama la atención es la luz. Todo está inundado de luz. De claridad. De sol. (…) Aquí, desde la mañana todo el aeropuerto resplandece bajo el sol, todos nosotros resplandecemos bajo el sol”
Una de las personas que más me ha inspirado en mi vida, como periodista, como comunicador, como viajero incansable, y sobre todo por su sentido profundo de la humanidad. Sus novelas me acercaron a este continente que hoy camino, alimentaron mi paso por el mismo y me llenaron de energía para conocer y conocerme, hablar y hablarme desde otros lugares.
Por eso hoy, me siento emocionada y orgullosa de presentaros la película de animación “Un día más con vida” (2018) de Raúl de la Fuente, Damian Nenow basada en el guión de la novela homónima de Kapuściński. No por nada ha sido ampliamente reconocida en los premios del Cine Europeo como Mejor film de animación (2018) en los Premios Goya igual como mejor película de animación (2018) en el Festival de San Sebastián o en los Premios Platino.
Nos situamos en Angola, en 1975, entre la política y la poética; entre el documental y la animación; entre la vigilia y el sueño; entre la realidad y el deseo; así es Un día más con vida, un relato íntimo por autobiográfico, pero también es la más descarnada descripción de un mundo que se derrumba. Es periodismo, pero pocas novelas alcanzan el grado de emoción y crudeza de sus páginas. Es historia viva de un país que, en aquel entonces, sólo era capaz de ofrecer muertos. Hasta un millón de cadáveres en una guerra civil eterna cuentan las estadísticas. En la narración de los últimos días de la colonización portuguesa de Angola (de este trozo del mundo hablamos) no es difícil, de hecho, reconocer el relato completo del siglo XX. En el cuento de unos hombres perdidos en el infierno se encuentra, en efecto, la clave para entender el sentido del precipicio que pisamos.
Todo ocurre entre los meses de septiembre y noviembre de 1975, lo que dura el viaje del periodista. Y logra todo lo anterior porque Kapuściński se empeñó en hacer lo contrario de lo que hacía todo el mundo. Todos se iban del país y él quiso entrar en él. Lo que vio fue una Luanda, capital de Angola llena de cajas de madera. Cofres o ataúdes donde los colonizadores embalaron todas sus pertenencias. Detrás sólo podía quedar el vacío. Y era ese hueco infinito el que quiso llenar el periodista con su historia, con su vida.
La técnica elegida es ‘motion capture’ (captura de movimiento). Es decir, la referencia es siempre la carne real. Apurando la sensación es más real que la propia realidad: hiperreal por tanto. Un día más con vida imagina secuencias oníricas y flashbacks y momentos alucinatorios, pero a pesar de ello es ante todo una película de guerra con un mensaje inconfundiblemente antibelicista que proporcionar. Con ese fin reproduce literales algunos de los pasajes más explícitos del texto original, e incluye impactantes imágenes como una carretera sembrada de cadáveres de mujeres y niños en estado de putrefacción en un intento, explica el director español, “de empujar al espectador al centro del horror y hacerle comprender el sinsentido de la guerra”.
En definitiva, una película fundamental para los amantes del periodismo de verdad, de la comunicación del viaje y de la vida.
TRAILER: