Opinión y Editoriales

Publicado en noviembre 11th, 2024 | por Uriel González

El último verano de Amparo Dávila

Ella debió de hacerle caso a su mamá, escucharla y no escaparse. Sí, en ese momento, frente al espejo y frente a la foto dentro del retrato se da cuenta que debió quedarse en la casa materna; en la foto era joven y con sueños, en el espejo es el dibujo canoso de las aspiraciones de Pepe, su esposo. Ella, cuarenta y cinco años, seis hijos y toda una casa para arreglar y recoger, toda una cocina para pasarse la mitad del día y toda una cama donde su cabeza y sus pensamientos, descansan, o al menos hasta que algo empieza a cambiar dentro de ella, algo que ya no debe pasar a su edad, comienza, Pepe dice que son los nervios, pero el doctor le sonríe, la quiere felicitar hasta que ve su cara, su hartazgo: “está embarazada”. Es el séptimo, piensa ella mientras regresa en el camión a su casa; el séptimo y ya escuchó la voz de Pepe, diciendo lo que dijo con cada hijo que se instalaba entre sus tripas: “ya verás cómo nos acomodamos”.

“No hay escapatoria posible al huir de nosotros mismos; el caos de adentro se proyecta siempre hacía afuera: la evasión es un camino hacia ninguna parte.”

El último verano es un cuento perteneciente a Árboles petrificados, recopilación de doce cuentos escrita por una de las mayores exponentes de terror en la literatura, Amparo Dávila y publicada en 1977; los cuentos de esta compilación presentan distintos tipos de terror, desde lo onírico en El patio cuadrado y La rueda, hasta algo un poco más social, y a la vez intimo en El último verano, donde conoceremos la conoceremos a ella, una mujer que es madre, esposa y una nada.

Amparo Dávila en El último verano, da maestría en escribir sobre lo cotidiano, sobre el terror realista, ese que no necesita de monstruos, ese que se germina en el pensamiento, en las entrañas, ese capaz de decirte la nada, ese que nace de las preguntas: ¿Qué te pasa mamá? ¿Por qué te cubres la cara con tus manos? ¿Qué no quieres ver? Amparo Dávila nos presenta a una mujer nostálgica, triste y decepcionada de la vida, una mujer que tenía otras aspiraciones que ser madre, Amparo es detallista y hace que a la mujer le hable ese retrato de juventud y lo contrapone con fortaleza al ser que se asoma a través del espejo, Amparo ve ese lado de la maternidad del que no se habla cuando te hablan de ser madre, ese lado donde la madre será la única responsable del crecimiento del bebé, escuchando al padre decir lo que otros ya han dicho “los hijos son un premio, una dadiva” mientras que ella, la madre despierta a las tres de la mañana buscando serenar los calores de su cuerpo y los pensamientos de su mente, él, el padre, duerme. Ella no puede creer que lo que corre por sus piernas, ese líquido que al llegar al piso se convierte en amapolas, es en realidad sangre de su séptimo hijo. Amparo ve lo que ella siente, un dolor que muchas mujeres en México y el mundo llevan sobre sus hombros, el dolor de ver desaparecer no solo tus sueños, sino también tu vida, y eso, Amparo sabe que el peor horror nace cuando te das cuenta de que estas empezando a desaparecer y ya no puedes hacer nada por arreglarlo.

¿Qué es eso que se cuela por debajo de la puerta? Ha salido del huerto. Sí, debe de ser eso lo que provoca que los jitomates estén llenos de gusanos. ¿Es la culpa lo que le hace imaginar cosas? Es el quinqué, la gasolina, el fuego.

Reseña: Uriel González, tercer semestre de LCI
Ilustración: Alondra Mayagoitia, tercer semestre de LCI

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Sobre el autor

Estudiante de LCI. Amo leer y escribir; me gustan mucho los boleros y el café. Mis géneros literarios favoritos son el realismo mágico, el terror social, el costumbrismo y la ficción histórica.



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