Opinión y Editoriales

Publicado en febrero 12th, 2025 | por Vanesa Olivarez Franco

El camino que estamos condenados a recorrer


En ocasiones vienes a visitarme, te veo en sueños. A veces parece como si nunca te hubieras ido, porque te veo sonreír tal cual como lo hacías antes. Me gusta contarte lo que estoy haciendo ahora, cuáles son mis planes, y el por qué estoy al borde de un abismo, en el filo de lo que podrá pasar. Aunque tú siempre fuiste el símbolo que me animaba a ser valiente, hay algo que me da miedo cuando tengo la posibilidad de hablar contigo, por eso no te pregunto cómo estás. Prefiero la angustia de la incertidumbre que el desgarre de la seguridad.

Las cosas cambian cuando despierto. Ya no estás, te vas muy pronto, nunca seremos merecedores del tiempo suficiente. La cruz que cargo era bastante ligera cuando estabas aquí conmigo, empiezo a sospechar que eras tú el que cargaba con mis pecados y no yo. Esta cruz que llevo a cuestas suele pesar más cada minuto que pasa, incluso mis manos comienzan a perder pedazos de piel por culpa de esta madera, ya no puedo tocar nada.

Hubo un momento en que esta cruz se hizo un poco más ligera; fue el día en que dejé tu foto en un altar; el día en que me resigné a no verte nunca más; cuando me convencí de que no existías y nunca exististe, que solo hablo con una especie de fantasma que me hace más ligero el camino. Al salir de aquel lugar santo escuché aquellas detonaciones que te arrebataron la vida, pero esta vez las balas iban dirigidas a alguien más. No sé quién es el muerto nuevo, solo sé cuál es el camino que recorrerán sus familiares y amigos, porque yo lo he caminado muchas veces (y lo sigo caminando). ¿Cuántas cosas nos han arrebatado esas balas? Yo ya he perdido la cuenta.

Ahora veo más fotos en aquel altar. Ahora veo a más personas llorando. Es curioso, porque no hace mucho tiempo nos prometieron que volveríamos a sonreír. Aquellos farsantes suelen acudir hasta ese altar y dejan tras de sí un rastro de sangre que nadie se atreve a denunciar; se toman fotos, se muestran alegres por la posición que ostentan, y aunque las balas alcancen a los que están a un costado suyo, no dejarán de sonreír para guardar las apariencias. ¡Qué afortunados son ellos, que las penas no los conmueven! ¡Qué curioso que esas fotos que hemos colocado no los hagan llorar! ¡Qué curioso que se rían del dolor ajeno! ¡Y más curioso aun el hecho de que debamos rendirles tributo a ellos que han construido, no nuestra alegría, sino el camino que estamos condenados a recorrer!

Texto: Vanesa Olivárez Franco, octavo semestre de Filosofía.
Ilustración: María Fernanda Pérez Hoszpodar, séptimo semestre de Diseño gráfico.
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