Publicado en febrero 16th, 2024 | por Uriel González
La campana de cristal de Sylvia Plath
Esther Greenwood llega a Nueva York gracias a una beca ganada por una aclamada revista de modas. Aparte de una gran escritora, es una excelente alumna, hermana e hija. A sus diecinueve años ha hecho cosas a las que no da valor cuando está en compañía; sin embargo, cuando camina por la ciudad de noche, piensa en lo mucho que le falta por lograr. Esther, se preguntará cuál es el sentido de estar ahí, tener nuevos amigos y oportunidades de crecer, si al regresar a su hogar, todo seguirá igual. Está harta de La campana de cristal, transparente, en donde puede ver a todos, pero ellos no la ven; solo ella puede escuchar el retumbar en sus oídos, el impuso por hacerlo todo, el cansancio de la rutina y el sentirse incomprendida por una soledad extraña para los demás y muy común para ella.
“La gente estaba hecha nada más que de polvo y yo no veía que curar todo aquel polvo fuera mejor que escribir poemas que la gente recordaría y se repitiera a si misma cuando se sintiera infeliz o enferma y no pudiera dormir.”
No son los paisajes los que hacen que como lectores nos quedemos leyendo el libro, es la protagonista, es Esther Greenwood; es cómo ve la ciudad, los restaurantes, las olas del viento sobre los rascacielos, el paso del tiempo fuera del reloj y dentro de un organismo más capaz de medirlo: los sentimientos. Las vomitadas después de una intoxicación, las amigas que creemos eternas, pero que se terminarán yendo, como todos. La casa materna, los pisos de madera, las sábanas que sirven para alejar del ruido de afuera, pero no para callar el de adentro.
En un punto de la novela conoceremos la edificación del hospital psiquiátrico, habrá uno estatal y uno privado, ambas son cárceles distintas y en ellas están presentes los rayos azules del electroshock; las habitantes de esas paredes han pasado por lobotomías, se han visto distintas en el espejo y han sentido que la vida ya no les puede jugar más mal después del abandono que sienten entre sábanas más blancas que las suyas. Muchas de ellas se han visto antes, han pasado por los distintos niveles antes de llegar a ese último que está cercano a la puerta de salida. Hay otras que no pasan del primer nivel, que no hablan y ya no buscan ser comprendidas, ya no reconocen tampoco que detrás de ellas, en la ventana de su cuarto, sigue cayendo la nieve.
Sylvia Plath dejó su propio legado en la literatura, un cambio en la narrativa que hurgaba más en lo humano, trayendo en ésta, su primera y única novela, la propuesta de hablar de las enfermedades mentales; mostrarnos y hacernos sentir cómo es que vive una persona con ellas, lidiando y luchando con sus pensamientos para todavía lidiar con una sociedad tan de los cincuenta: embelesados con tecnología de la época y los productos cosméticos y para el hogar, en un entorno radioactivo. Una sociedad, con psiquiatras capaces de electrocutar a pacientes con ligeros síntomas de ansiedad; pacientes que sabían que después de salir de las paredes blancas del hospital, serían señalados durante toda su vida con la etiqueta de “loco.”
¿Por qué leer La campana de cristal?
La campana de cristal no solo es honesta sino original, hace un retrato sobre la juventud: presenta los problemas de esa época de la vida sin estancarse en lo romántico. La adolescente-adulta de esta novela (Esther Greenwood) busca encontrarse en su casa y en Nueva York, busca enamorarse y mandar al diablo, busca comprender la vida universitaria, a sus amigas y al sexo. Una juventud narrada en el cuadro crudo de las enfermedades mentales: ahora en los dos mil veintes hablar de esto es muy normal, pero yéndonos a los cincuenta y sesenta, la mente como el sexo, eran más catalogados que comprendidos.
Sylvia Plath lo habló, y no puso de enferma mental a una señora, no, puso a una joven que como muchos —de la época y de ahora— tienen problemas mentales, pensamientos en sus cabezas que no pueden salir, que se quedan estancados en la niebla de la campana de cristal, capaz de desaparecer a los demás, dejando solo a los gritos de adentro.
Poesía en vida
En 1962, Sylvia Plath dio la única entrevista que se ha encontrado de ella, quedó grabada en sonido y en su voz podemos escuchar una madurez no solo adelantada a su edad, sino a la época; una madurez digna de una poeta. En la entrevista, Peter Orr le pregunta si la poesía ha sido una gran satisfacción en su vida. Ella le contesta:
“No creo haber podido vivir sin ella. Es como el agua o el pan, o algo absolutamente esencial para mí. Me encuentro absolutamente satisfecha cuando he escrito un poema, cuando lo estoy escribiendo. Después de haber escrito uno, entonces uno pasa muy rápidamente de haber sido un poeta para convertirse en una especie de poeta en reposo, que no es lo mismo. Pero creo que la experiencia de escribir un poema es magnífica”.
El 11 de febrero de 1963, Sylvia tendría un segundo intento de suicidio, a un mes de la publicación de La campana de cristal, éste, por desgracia, funcionaria; llevándose con él no solo a una de las mentes más brillantes de la intelectualidad norteamericana, sino a una persona que supo hablar de los pensamientos, las voces que no se callan y las metáforas que se buscan para encajar las dudas de la vida.
…del minuto 13:34 al 14:10 entrevista a Sylvia Plath por Peter Orr 1962:
https://www.youtube.com/watch?v=GrF5Ol6n33A&t=1s
Acá el avance del documental Sylvia Plath: dentro de la campana de cristal
Aquí está el documental:
https://mubi.com/es/mx/films/the-bell-jar