Publicado en abril 22nd, 2020 | por Locus
Movilidad Académica, Motor de Cambio y Autoconocimiento
Cuando llegas a tu hogar después de una experiencia como un intercambio de cinco meses en un lugar tan lejos de tu casa, la gente te pregunta ¿cómo te fue? En lo personal, a mi no me parece justo resumir todos los sentimientos, emociones, aprendizajes e historias en una respuesta a esa pregunta, llevo un mes de vuelta y la gente me sigue haciendo ese cuestionamiento y aún contesto lo mismo, porque no conozco ninguna palabra que pueda llenar toda esa mixtura de emociones.
Yo escogí la Universidad Federal de Rio Grande del Sur (UFRGS), la cual se ubica en Porto Alegre, capital del estado de Río Grande del Sur en Brasil; las primeras semanas que estuve ahí estuvieron llenas de muchos golpes de realidad, uno de los más duros, aparte de que ya no había comida mexicana, fue que no conocía a nadie y viceversa, me sentí solo en una ciudad grandísima donde ni siquiera hablaban mi idioma. Naturalmente esto fue mejorando con el tiempo: después de algunos días empiezas a acostumbrarte a hablar y escuchar el portugués y lo mismo pasa con las personas que empiezas a conocer.
Había una comunidad de extranjeros en Porto Alegre, que hasta los mismos locales se sorprendían y todos tuvimos la gran oportunidad de conocernos y de hacer más fácil esa adaptación a nuestro nuevo ritmo de vida, ya que conoces a personas de otras partes del mundo que están pasando por la misma situación y que persiguen los mismos objetivos que uno. Empiezas a crear lazos de amistad con ellos y a aprender juntos.
Nada es lo que esperas que sea cuando vas de intercambio, en especial lo relacionado con tu propósito más importante, la educación. Yo tuve la fortuna de ser alumno de la UFRGS, una de las universidades públicas más prestigiadas de todo Brasil. Tuve clases en las que aprendí mucho acerca de temas de mi interés y otras donde la sorpresa era un factor de todos los días, porque no te esperas aprender tanto de una clase, de un profesor o incluso de tu tutor.
Luego de que ya pasaron algunos meses recordé como era mi yo que llegó a Porto Alegre, mi yo que se tuvo que despedir y dejar todo atrás para llegar a donde me encontraba entonces; me di cuenta de que era una persona totalmente diferente, con una mentalidad nueva y con nuevos conocimientos. Me dio mucho gusto advertir este cambio porque significaba que logré evolucionar como persona, que había madurado y que estaba cumpliendo mis retos.
Esto me ayudó a empoderarme y a sentir que una vez que volviera a Aguascalientes, todo me resultaría más fácil, que en cierta manera sí fue así en algunos aspectos, pero no me cabe duda de que esta nueva versión de mi es capaz de hacer cosas que hace seis meses no hubiera podido ni siquiera imaginar, un ejemplo sencillo es hablar portugués y un mejor inglés.
Vuelvo y sé que he cambiado y que todavía hay cosas por cambiar y mejorar, pero me da gusto saber que la evolución puede seguir y que puedo ser mejor.
Hay experiencias que uno dice que “no se lo deseo ni a mi peor enemigo”, vivir lejos durante un periodo, aprender, viajar, conocer nuevas personas y culturas, probar distinta comida y hacer amistades que van más allá de las fronteras, todo eso y más son vivencias que no quisiera que nadie se las perdiera en la vida, ahora tengo la creencia de que todos deberíamos tener el derecho de poder vivir algo así, porque creo que es injusto que sólo algunos pocos podamos entender y sentir ese sentimiento que da cuando vuelves y te preguntan “¿cómo te fue?”.
(Carlos Arregui, 8vo. LCI)