Reportajes

Publicado en diciembre 7th, 2023 | por Locus

La Brecha Educativa Para Personas con Discapacidad: Las Experiencias de Tres Jóvenes Universitarios

Un grupo de estudiantes camina hacia su salón, hablan y ríen, entre ellos se encuentra Alex, que se sujeta del hombro de uno de sus amigos mientras se desplazan. El gesto no es simplemente amistoso, es necesario.

Alex tiene una discapacidad visual que le dificulta moverse de manera libre por la universidad, y muchas veces recibe ayuda de sus compañeros para poder trasladarse de un punto a otro.

Alex Villalpando, estudia la licenciatura en Comunicación Corporativa Estratégica en la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) y sabe, cuál es el camino que deben recorrer las personas con alguna discapacidad, para acceder a la educación, no solo la superior, sino el trayecto que deben recorrer desde los niveles básicos y cuáles son obstáculos que enfrentan

Él tiene su discapacidad prácticamente desde que nació; fue un bebé prematuro, pero no está claro si fue por una negligencia médica mientras estaba en incubadora o si se debió a complicaciones naturales del parto, lo cierto es que nunca tuvo el sentido de la vista.

Sin embargo, no todas las personas con una discapacidad tienen la misma suerte que Alex y logran acceder a la educación superior, en México, solo el 10.8 por ciento de las personas con una discapacidad concluyen la educación superior, en comparación con el  21.9 por ciento de personas que tienen discapacidad.

Para Alex, empezar en la educación básica fue como ir tocando puertas, sus padres no querían que solamente fuera a un Centro de Atención Múltiple, así que decidieron intentar en una primaria pública.

“(Mis papás) van a esa primaria y la directora, muy buena onda, la maestra Lupita, les dice ‘Sí, nada más que ocupo, que ya sepa escribir y leer, porque los maestros no saben braille’, ni siquiera la maestra de educación especial sabía mucho braille y ocupaba aprender (…) Aprendí a escribir y a leer braille a los cinco años y prácticamente yo fui quien les enseñó a mis maestros los primeros tres años (que estuve ahí)”, cuenta.

Alex nunca se acostumbró al braille, asistió a clase de computación a los siete años donde aprendió a escribir por medio de un juego temático de chimpancés y selvas, que le permitió transitar a lo digital cuando cursaba el cuarto año de primaria.

“Era, imagínate, un niño de diez años llevando una computadora a la primaria. Pues yo era como que la novedad”, recuerda Alex, a quien las herramientas digitales le facilitan su vida académica”.

“El problema del braille es que es muy lento. Si no lo dominas al 100 tienes que dar práctica, es muy lento, si podemos hacer algo con lo digital y con la tecnología que ya tenemos, pues mejor”, asegura.

Según el Censo de Población y Vivienda 2020,  hay 6.1 millones de personas en México con alguna discapacidad o algún problema o condición mental, lo que representa el 5,7 por ciento de la población. De este sector, se contabilizaron 2.6 millones de mexicanos que tienen complicaciones para ver, aun usando lentes.


(gráfica por tipo de discapacidad)

En Aguascalientes, hay 71 mil 294 personas que tienen alguna discapacidad. De ellas, 29 mil 888 tienen dificultad para ver aún usando lentes.

Para Sergio Cárdenas, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), la brecha de educación en México se manifiesta en dos dimensiones: la brecha de acceso y la brecha de calidad.

Explica que la brecha de acceso se refiere a las condiciones que impiden que ciertas poblaciones, a pesar de tener el derecho a la educación, no logren acceder a ella.

Esta brecha se evidencia especialmente en la transición entre secundaria y educación media superior, destacó.

Factores como la ubicación geográfica, sea urbana o rural, el origen indígena, género y discapacidades impactan el acceso a la educación, además de factores familiares, como el capital cultural y los recursos, influyen en la brecha de acceso, enumeró el especialista.

Mientras que la brecha de calidad se relaciona con la disparidad en la calidad de educación recibida por los estudiantes.

Cárdenas señala que factores como la formación docente, la infraestructura escolar y las adaptaciones curriculares son de vital importancia para reducir esta brecha.

Milagros Rodríguez estudia la licenciatura en Letras Hispánicas, también en la UAA y tiene una historia bastante similar a la de Alex, ambos sufrieron de un desprendimiento de retina debido a posibles negligencias médicas mientras estaban en cuidados especiales debido a sus nacimientos prematuros.

A Milagros su mamá la enseñó a leer y escribir en braille, entró a los ocho años a la primaria e ingresó en segundo grado directamente.

Su escuela era bastante accesible, tenía rampas con las cuales podía guiarse a su salón con facilidad, además que contaban con una máquina Perkins, que es utilizada para marcar el braille.

Si bien, considera que su experiencia en la primaria fue buena y que contó con el apoyo de su maestra de educación especial, no recibió libros de texto hasta que entró a quinto de primaria, antes de eso, su mamá le ayudaba a hacer sus tareas con los libros de texto regulares.

“Lo malo (de los libros) era que las páginas no coincidían, y los textos tampoco, era frustrante”, dijo Milagros.

De acuerdo con José Luis Pedroza, fundador y actual presidente de la asociación civil Aguas con la Discapacidad, en muchas ocasiones es desde la educación básica que se presenta la brecha educativa, pues muchas veces los profesores no cuentan con una capacitación adecuada.

Afirma que en muchas ocasiones, todavía se les niega el acceso a las instituciones, pues no están preparadas para atenderlos, a pesar de los avances que se han hecho en este tema.

“Es aquí donde empieza la discrminación, pues yo digo que todas las niñas y niños de México, y de todo el mundo, tienen derecho a una educación”, declaró.

La tasa de alfabetización entre personas con discapacidad es significativamente menor a la de personas que no cuentan con ninguna discapacidad y la cifra se profundiza en las mujeres: el 3.5 por ciento de las mujeres mexicanas sin discapacidad no saben leer ni escribir, mientras que el porcentaje entre mujeres con discapacidad aumenta a 21%, seis veces más que la de mujeres sin discapacidad, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017.

(gráfica de alfabetización)

En cuanto a estudiantes que cuentan con una discapacidad, Cárdenas menciona que, aunque hay avances normativos, la adaptación de las escuelas a las necesidades especiales todavía es un desafío.

Señala que la falta de adaptación de las escuelas puede aumentar los costos para las familias y crear barreras adicionales para la educación, por lo que es esencial que las escuelas se adapten para atender a todos los estudiantes de manera inclusiva.

“En Estados Unidos, por ejemplo, si tú tienes una problemática de movilidad tienes el derecho de pedir transporte desde tu casa durante años, eso no lo tenemos acá”, explica Cárdenas al comparar el avance en accesibilidad que han tenido otros países en comparación con México.

El investigador del CIDE también destaca que las oportunidades de las personas con discapacidad pueden mejorar si el sistema educativo y las políticas gubernamentales se adaptan a sus necesidades, además, es fundamental que la sociedad fomente la inclusión y el respeto hacia las personas con discapacidad.

Agregó que las oportunidades a las que una persona con alguna discapacidad puede acceder, incrementan si se cuenta con el apoyo constante de la familia.

Ángel Alcántara estudia el quinto semestre de la licenciatura en Informática y Sistemas Computacionales en la UAA, a diferencia de Alex y Milagros, solamente perdió la vista del ojo izquierdo al momento de su nacimiento.

Pero trece años después perdería también la vista en su ojo derecho; Ángel también forma parte de las personas con espectro autista, lo que hace que se le dificulte relacionarse socialmente.

“Era complicado para los maestros, para ellos era un poco difícil cómo enseñar o algunos incluso querer enseñar, entonces por ese lado es difícil”, recuerda sobre cómo era difícil conectar con sus profesores en la primaria.

Antes de perder la vista completamente utilizó “macro libros”, son libros de texto tres veces más grandes que los libros regulares y sus exámenes, eran aplicados en cartulinas donde los profesores le escribían las preguntas con letra de aproximadamente 7 centímetros para que la pudiera leer con mayor facilidad.

A partir de los trece años, Ángel tuvo que realizar sus trabajos ya fuera en digital o en braille y en el bachillerato se encontró con obstáculos similares: lo rechazaron en diversas ocasiones.

Al entrar a la universidad, las autoridades no se acercaron a él de forma inmediata, sino que tuvo que buscarlos, aunque lo atribuye de cierta manera que ingresó durante la pandemia.

Alex cursó el bachillerato en el Colegio de las Artes y las Ciencias, una escuela privada donde la principal ventaja era el tamaño de la escuela, que al ser pequeña, le permitió moverse con libertad y saber dónde se encontraba en todo momento, además de que recibía ayuda constante de su compañeros.

Jose Luis Pedroza considera que también es importante que los demás estudiantes sean conscientes de la condición que viven las personas con discapacidad, ayudará a la permanencia de estos en las instituciones pues evitará situaciones de acoso y discriminación entre los alumnos.

Desde el primer momento su ingreso a la universidad fue complicado, debido a su discapacidad no podía aplicarse el mismo examen que a la mayoría de los estudiantes y la solución que ofreció la UAA en su momento fue aplicarle un examen oral.

“En la parte de matemáticas. Pues no manches. O sea, como. ¿Cómo quieres que te haga una ecuación mental si me estás dando un tiempo de 4 minutos? De por sí  (soy) malo en matemáticas. Entonces, ¿cómo quieres que te haga una ecuación mental o cómo?”.

“En el momento en el que empezamos con geometría, (la maestra que aplica el examen) agarra mi mano y me empieza a mover el dedo, así como si yo sintiera las figuras y yo así de, cómo le explico que el dibujo no se siente, pues no está recalcado, no es relieve”, cuenta Alex.

Ni Alex ni su familia se quedaron de brazos cruzados ante esta situación, pidieron un segundo examen y exigieron que se le realizará de manera digital.

A pesar de este inicio atropellado, la experiencia de Alex en la universidad ha sido positiva en su mayoría, profesores y compañeros se han mostrado dispuestos a adaptarse a sus necesidades; ya sea buscando alternativas en los criterios de evaluación, o ayudando a que se traslade de manera segura dentro del campus.

Tanto Milagros como Ángel no realizaron examen de admisión a la UAA, ya que ingresaron  durante la pandemia de COVID-19 y sólo se tomó el promedio acumulado en sus años de bachillerato.

“Entonces yo tuve que llamar a un montón de departamentos de gobierno externos a la universidad para que mandaran a alguien del Instituto de Educación que me aplicara un examen oral y se me dio una prórroga, el tiempo límite que daba la universidad de respuesta era tres horas, a mí me lo tuvieron que expandir a 6.”  relató Ángel.

A pesar de que sus profesores han encontrado la manera de adaptarse a sus necesidades, Ángel opina que la universidad no está realmente preparada para atender a alumnos con discapacidades.

"Es muy complicado adaptarlos a múltiples discapacidades, porque hay un montón, es difícil, yo lo entiendo, pero tampoco se ve una capacitación, un esfuerzo por parte de la universidad, (de) los maestros sí, la verdad es que la mayoría de los que me han tocado han sido muy buenos maestros, pero como institución la realidad es que no”, señaló.

Ángel es nadador paralímpico y aunque ha intentado entrar a la selección de nado de la universidad, tampoco se han mostrado muy abiertos a otorgarle un espacio.

"Siempre me dijeron que no, que no había lugar, que estaba cerrada, que no estaban en ese tipo de selección y así un montón de cosas”, agregó.

De acuerdo con la ENADIS 2017, si bien, existe una brecha notoria entre personas con discapacidad y sin discapacidad en el nivel de escolaridad, la diferencia más grande se da en los niveles media-superior y superior, ya que mientras 46.9 por ciento de la población nacional cuenta con estos grados de educación, solo 22.0 por ciento de las personas con discapacidad alcanzan esos niveles educativos.

(gráfica de nivel de escolaridad)

En cuestión de oportunidades laborales, Pedroza asegura que, a pesar de que si existen puestos abiertos a personas con discAunque superaron la barrera del ingreso una vez en la universidad deben enfrentarse a las barreras físicas, como la infraestructura, que coinciden los tres estudiantes, no es segura para personas que tienen limitaciones, ya sea motrices o visuales.

De acuerdo con los estudiantes, el suelo es disparejo, hay grietas en muchas zonas además de que el concreto está dañado en otras tantas, las rampas son muy pequeñas para aquellos estudiantes que usen sillas de ruedas, el acceso y ubicación de muchos edificios es complicado incluso para estudiantes que no cuentan con ninguna discapacidad e incluso algunos edificios, como la nueva cafetería en el edificio 9, no cuenta con elevadores que permitan la movilidad al segundo piso.

Casi ninguno de los salones y edificios cuenta con señalamiento en braille y no existen mapas de la universidad que sean accesibles para las personas con discapacidades visuales.

Ángel ha tomado nota de todas estas fallas y ha intentado presentar iniciativas para que la universidad sea un lugar más accesible, aunque no ha tenido mucha respuesta.

"He mandado un par de propuestas de instituciones, de empresas que ayudan un poquito a accesibilizar (sic), se lo envié a mis jefes de departamento, a mi tutor institucional, pero pues no, no he tenido respuesta en la universidad. Las rampas, por ejemplo, no están adaptadas para sillas de ruedas, son peligrosas. No hay líneas táctiles en el piso en ningún lado, creo realmente”, explica al enumerar las características de los problemas que se presentan.

“Las computadoras no están equipadas con lector de pantalla. No, no tienen, bueno, por el propio Windows pues sí, pero la computadora como tal pues no. Las instalaciones están muy, los laboratorios muy reducidos, no hay espacio, por ejemplo, para alguien con silla de ruedas”, agregó.

También Alex está buscando crear iniciativas que mejoren la experiencia de estudiantes con discapacidad.

“Yo me metí a la sociedad de alumnos justo porque quiero, este, hacer proyectos que tengan que ver con la discapacidad. Estoy planeando una conferencia aquí en la UAA para hablar sobre discapacidad (…), la idea es mientras yo esté aquí voy a cambiar lo que yo pueda cambiar respecto a mi experiencia, a mi forma de ver las cosas para la discapacidad, para cuando entre alguien ya tenga todo lo que a lo mejor ahorita no estamos teniendo”, señaló.

En cuanto a la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Cárdenas sugiere que es necesario evaluar si cumple con las normativas y si está implementando políticas efectivas para apoyar a los estudiantes con discapacidad.

apacidad, es difícil que accedan a ellos debido a la brecha educativa, pues muchos no tienen acceso a la educación superior en primer lugar.

La brecha en el acceso a un empleo remunerado es notoria, sólo 10.6 por ciento de las personas con discapacidad que no tienen grado de escolaridad son parte de la población económicamente activa en el país, frente al 52% de aquellos que no tienen ninguna discapacidad.

Por otra parte, la brecha se cierra significativamente cuando han alcanzado la educación superior, 56.4 por ciento de las personas con discapacidad que cuentan con este nivel educativo pertenecen a la población económicamente activa, mientras que las personas sin discapacidad se encuentran en el 75.6%, según la ENADIS 2017.

(gráfica de pea)

A Alex no le interesa dedicarse a su carrera, él es músico. Ve su carrera como un “escalón” que le ayudará con su verdadera vocación, pero que, si todo sale como él planea, no será su principal sustento.

Actualmente, trabaja cantando los fines de semana en bares y restaurantes, trabajo que le deja pagarse su propia carrera y “uno que otro gustito” como él dice.

Anteriormente ha trabajado en obras de teatro actuando y cantando, además de que llegó a cantar en camiones.

Afirma que intenta que su discapacidad quede en segundo plano cuando se trata de trabajo, quiere prepararse y no dejar que ninguna limitante se interponga para que su público pueda disfrutar de un espectáculo de calidad.

“Luego si me han dicho, ‘a ti te ponemos como un ciego’, le digo ‘no a mí, dame un personaje que vea yo en un escenario y dejó de ser yo para darle vida a un personaje”, dijo.

Milagros también está interesada en el teatro, le gustaría cursar la carrera en Artes Escénicas, aunque también podría ser maestra de español, específicamente en los niveles de bachillerato y universidad.

Ángel, por su parte, buscar trabajara como freelancer, para una vez egresado de la carrera, pueda conseguir trabajo en un start-up o una empresa mediana, con el propósito de continuar escalando hasta entrar a una big tech, una empresa grande dedicada exclusivamente a explotar los recursos y avances tecnológicos.

 

Reportaje realizado por los alumnos Fátima de Lucía Hernández Altamira; Jorge Francisco Limón Pedroza; Osmar Farid García Reyes; Hannia Rodríguez Sandoval; Samuel Valdivia Villalobos y Uriel Chávez Díaz; del 3er semestre de la carrera Licenciado en Comunicación e Información, para la materia; Prácticas Periodísticas Digitales, impartida por el maestro Raúl Muñoz Cisneros

 

 

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