Opinión y Editoriales

Publicado en mayo 8th, 2024 | por Uriel González

Desaparecer en “Cuando hablábamos con los muertos” de Mariana Enríquez

¿Cómo hablar de los desaparecidos? Hablar y nombrarlos, mostrar una de las últimas fotos en donde se vea bien su pelo recién cortado, los ojos grandes, los labios cerrados en una sonrisa forzada, la camisa nueva comprada el fin pasado. El color en la impresión no importa, ya las fichas de búsqueda se imprimen en blanco y negro, porque las lluvias terminan por despintarlo todo, el blanco y el negro resiste y más si se cubre todo con cinta adhesiva. Hablar sin recordar, porque recordar hace dudar: qué edad tenía la vez que se cayó intentando alcanzar una pelota, quiénes eran los amigos a los que siempre invitaba en sus cumpleaños, cuál era su película favorita y la canción que tarareaba cuando el tráfico lo desesperaba; nada de eso va en la ficha de búsqueda, nada de eso es una seña particular, en esa sección se debe poner donde tiene el lunar—en la foto no se ve que lo tiene en el ojo izquierdo—, se debe poner que salió a Corrientes y nunca más volvió.

Cuando hablábamos con los muertos es un cuento perteneciente a los doce que integran Los peligros de fumar en la cama. Mariana Enríquez, la autora, nos habla allí de los desaparecidos, de calles llenas de ellos, de sus memorias, de las últimas palabras y del cierto alivio que provoca no contar con uno. La Polaca presta su casa para jugar a la ouija y a través de esa tabla contacta con los muertos, no juega sola, sino que siempre la acompañan sus cuatro amigas, cuando sus padres la descubren, se ve en la necesidad de buscar un nuevo lugar, las cinco terminaran decidiéndose por la casa de la Pinocha, quien vive lejos y con padres menos creyentes, lo que podrá darles más libertad de charlar con los muertos. Será el lugar, la noche y las luciérnagas como estrellas, lo que hará que se desnuden, que dejen de platicar con simples espectros y saquen de la oscuridad el nombre de sus desaparecidos.

Julita platicará primero de su mamá y su papá, la Polaca del novio de su tía, Nadia de un amigo de su papá y nuestra narradora, del vecino que veía pasear en su patio y un día entraron por él. “Lo vinieron a buscar”, las amigas comparten la misma frase que se pasa de boca en boca entre los que buscan el rastro de sus desaparecidos: “se los llevaron” y eso qué importa para los que se quedaron; la abuela de Julita llora con una flor en el pecho buscando donde dejarla, la tía de la Polaca llora cuando toma mientras recuerda ese fatídico Mundial donde le arrebataron a su novio; el papá de Nadia extraña los domingos de partido con su amigo y la casa —donde vivía el vecino de la narradora— se ha habitado de nuevo, pero aún sobre su techo se sigue cargando las anclas del desaparecido.

México, como Argentina, sufre, aunque por razones distintas, de un mal que crece con el tiempo, un mal ignorado y perdido sobre miles de actas sin actualización: los desaparecidos. Las protagonistas de Cuando hablábamos con los muertos son mujeres que viven en villas bravas donde los tiros de noche se confunden con el cantar de los grillos, donde el apartamento divide con plantas a los familiares apretujados, donde se tiene que llegar temprano para cuidar a la mamá enferma, donde sin importar el cansancio se tiene que llegar a casa tomando dos colectivos para alcanzar la calle sin asfaltar y las zanjas abiertas. Las protagonistas de este cuento ven en la ouija un alivio, un entretenimiento que les promete hablar con las personas que les fueron arrebatadas, una forma de poder preguntarles si allá todo está mejor.

Cuando hablábamos con los muertos comparte con el resto de la narrativa de Mariana Enríquez una fuerte crítica social, que acompañada con la tensión no solo nos presenta el dolor de vivir con un muerto, sino a su figura como tal: muertos que dicen su lugar de secuestro, que se traban, que no saben decir si fue ahí donde los mataron; muertos que se tambalean en sus palabras, muertos que no saben dónde están. El terror de la ficción sobrenatural para hablar del horror social, cotidiano y cruel.

Aquí puedes leer el cuento completo y gratis: https://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/subnotas/214356-62544-2013-02-22.html

 

Aquí puedes escuchar a la escritora, quien recientemente visitó nuestro país, hablar sobre sus obsesiones y opiniones:

…y acá, puedes leer otra obra que reseñamos de Mariana Enríquez:

Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez

Enríquez, M. (2009). Los peligros de fumar en la cama. Anagrama.

Reseña de Uriel González, primer semestre de LCI

Ilustración de Alondra Mayagoitia, primer semestre de LCI

 

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Sobre el autor

Estudiante de LCI. Amo leer y escribir; me gustan mucho los boleros y el café. Mis géneros literarios favoritos son el realismo mágico, el terror social, el costumbrismo y la ficción histórica.



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