Publicado en noviembre 28th, 2018 | por Jesús Armas
La Fantasía del Incomprendido: Un Comentario Sobre La Casa de Asterión de Borges
En una primera lectura, los ávidos ojos toman el rol del victimario, o en su defecto, el incomprendido. Inundando al sentido humano con soliloquios propios de un ente extranjero en sí mismo, ajeno a la numeración (el 14 era un equivalente al infinito), ajeno a las letras y ajeno al entorno situacional que le daba sitio. Encontramos en Asterión una consciencia atormentada en soledad y encontramos en el oficio lector una empatía allegada a la variable perspectiva.
Al explorar los conceptos dados, la lectura se enriquece de un contexto mítico, ofreciendo sentido a datos específicos (la llegada de hombres y mujeres cada nueve años, el escape del laberinto con el hilo de Ariadna, el nacimiento mismo del minotauro…) a su vez de establecer un vínculo narrativo con la corriente existencialista.
Asterión se exilia de todo concepto y pensamiento humano (aún, mostrando una conducta activa y de interés, saliendo de su conciencia hacia el mundo y creando su propio espacio, así sea fuera de él), ofreciendo un sentido, propio a la reminiscencia de su proximidad con el laberinto (mundo al que fue arrojado). Existe en la medida en que es origen de sí mismo y se hace a si mismo por medio de sus elecciones. En otras palabras, es libertad (en palabras de Sartre).
La libertad, sin embargo, es presa de la incertidumbre, de la angustia del absurdo. Asterión no podía explicarse a sí mismo, no había un sentido siquiera para ello. Su existencia estaba ligada a su muerte. Existía porque alguien le reconocía, existía por alguien cuyo propósito era él. De ahí que su defensa fue nula y sólo participaba en el acontecer, como el acto final de su libertad.