Publicado en junio 25th, 2021 | por Carlos Olvera Zurita

Milenials de ayer y hoy / Racismo Normalizado e Institucionalizado

Convengamos algo, en el mundo la xenofobia es una de las reglas no escritas que dictan las reglas y las constituciones de los países más o menos civilizados y es al mismo tiempo una práctica común entre los mexicanos y su gobierno, tanto como un yugo que particularmente se ensaña con nosotros en otros países.

Sí, desafortunadamente la xenofobia es una regla no escrita, pero a pesar de ello fingimos y luchamos en el mundo entero contra ella, más aún si lo que la desata es la discriminación racial y cultural, pero de facto no es así inclusive en países que se jactan de no ser racistas como México y mucho menos en otros que se dicen civilizados como los Estados Unidos.

El racismo está tan sistematizado que hace unas semanas se hizo tendencia en el fabuloso mundo de la internet la infame descripción de la actriz Anya Taylor-Joy como una persona de color por la revista Variety , hecho que luego fue corregido ante la controversia pero que evidenció la manera en la que el racismo está institucionalizado en los Estados Unidos pues la actriz, pese a tener alguna raíz africana y nacer en Argentina (un país por cierto mayoritariamente blanco), se identifica a sí misma como “latina blanca”.

Según explica la BBC, las personas de color, según los estándares estadounidenses, son todas aquellas que no son de su país, que no son de la Europa anglosajona o que no pertenecen a la raza caucásica.

En principio el identificarnos con una comunidad con las que no compartimos rasgos físicos o culturales no debería ser un problema, pero lo negativo es que se nos identifique así sin que tengamos voz y peor, que se nos asignen características negativas de manera prejuiciosa basados en nuestras características o nacionalidad.

Sin embargo, es triste que esta situación es más común de lo que podría parecer, por ejemplo, el youtuber peruano Roberto Viajero, afirma que durante las décadas que trabajó en cruceros notó que personas de países como Perú, Tailandia o México no pueden acceder a puestos de comando independientemente de su aspecto físico, mientras que este no es impedimento para los ciudadanos de otras naciones como Argentina o España.

Lo peor es que el caso de los cruceros es sólo un ejemplo de los miles, sino millones de casos y puertas que se cierran para los mexicanos y otras nacionalidades en el mundo, lo cual significa menos oportunidades económicas lo que a su vez significa menores posibilidades de crecimiento para el país y mayor pobreza.

Con esto no quiero decir que esta realidad sea un pretexto que debamos utilizar para justificar la pobreza en la que viven los países que no son mayoritariamente blancos (en su mayoría), pero en definitivo es algo que debemos tomar en cuenta para que, desde nuestra trinchera, lo cambiemos a través de nuestros actos individuales y hacia el prójimo, pero sobre todo para que no olvidemos que el nuestro, México, también es un país racista; víctima y victimario.

El cineasta tapatío Guillermo del Toro afirma que pese a los privilegios que se podrían preconcebir para alguien exitoso y blanco como él, cuando visita los Estados Unidos siempre le recuerdan que es parte de la otredad, “Soy mexicano, yo he sido la otredad toda mi vida, cuando paso por la aduana y migración nunca ha habido otra cosa, y no importa si hago cine o no hago cine, en determinados momentos, en determinados rumbos, entrego la tarjeta de manejo y dicen: usted es mexicano, y ahí acabó la discusión”.