Opinión y Editoriales

Publicado en agosto 12th, 2021 | por Carlos Olvera Zurita

Milenials de Ayer y hoy / Mi Experiencia en el Sistema Escolar Japonés (en el Tercer Mundo)

Los misteriosos caminos del Youtube me llevaron hacia un creador peruano de origen japonés que se dedica a reseñar libros, hablar del idioma nipón y, a veces, un poco de la cultura del país oriental desde su perspectiva nikei.

En uno de sus vídeos El Vicho explica que en su infancia pasó tres años en una escuela de Japón, lo que le permitió experimentar las diametralmente diferentes formas en las que se educan a los niños en Perú y allá.

Una de las diferencias más impresionantes para el youtuber es que en Japón a los niños se les asignan responsabilidades como el que ellos son los que se encargan de la limpieza y son quienes sirven la comida, algo que aparentemente no sucede en las escuelas peruanas y tampoco las mexicanas, o al menos no en todas.

No soy quien para contarlo ni ustedes para escucharlo, pero cuando era niño en mi primaria, en mi pequeño pueblo, éramos los niños los que nos encargábamos de la limpieza de los salones, pasillos e incluso de vender en una pequeña cooperativa.

A diferencia de las escuelas japonesas, donde estas actividades son principalmente una herramienta para forjar la responsabilidad en los menores, en mi escuela se trataba de algo meramente económico ya que no había dinero para pagar personal de limpieza.

Mi salón y todos los de la escuela se dividían en cinco grupos de acuerdo al orden alfabético y a cada grupo se le designaba un día a la semana en el que se tenía que hacer cargo de la limpieza del salón, el pasillo de enfrente al salón y las jardineras.

Una semana de cada ciclo escolar, los niños se debían hacer cargo de diferentes puestos de autoridad, pues se les otorgaban las responsabilidades del “aseo” a quienes se tenían que encargar de limpiar las áreas comunes de la escuela como los patios y canchas, de “reporteros” a los niños que debían vigilar el buen comportamiento de sus compañeros y finalmente a unos pocos les tocaba la pequeña cooperativa donde se vendía refresco y galletas con salsa con las que se juntaba una “vaquita” que se repartía cada 30 de abril entre los niños.

Si en el primer mundo el objetivo de estas acciones es la de fortalecer los valores y la responsabilidad de los alumnos, en mi primaria pública tercermundista la motivación principal era hacer rendir el mermado presupuesto evitando el personal de limpieza y los prefectos, una falta de enfoque que era evidente pues a pesar de que eran los propios niños los que barrían los patios, cada recreo las canchas terminaban llenas de basura.

Desconozco si de alguna manera estas acciones influyeron positivamente en mi adultez o la de mis compañeros, sin embargo debo apuntar que mi primaria tiene un muy alto porcentaje de alumnos que terminaron la educación universitaria, pero esas son conclusiones infundadas, lo que sí puedo asegurar es que mis compañeros y su servidor sabemos cómo exprimir un trapeador, algo es algo.

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